Al amanecer se respira un aire especial, ya ha entrado el otoño y eso en Doñana significa cambios.
Ahora los amaneceres y los atardeceres son algo distintos, con luces más pasteles, con un poco de frio y humedad que hacen que a muchos animales sientan la llamada de la reproducción.
Es el turno del ciervo, el que llena con su berrido el amanecer y el atardecer reclamando su harén y su territorio , como dueño y señor de la marisma y del monte. Exhiben sus cuernas desafiantes a todo aquel macho que se les acerca y se atreve a arrebatarle alguna de sus hembras.
Siempre me decían que en Doñana los ciervos eran pequeños y que no tenían unas cuernas muy espectaculares, pero he podido comprobar que no es así. Y puedo asegurar que asusta ver a un macho de los que hay en la marisma, berreando y de repente desafiándote en cuanto te ve, incluso haciendo el amago de atacarte, todo una experiencia con la naturaleza que te rodea.
El celo es tal que atacan a todo lo que se les acerca, vacas, gamos, caballos, incluso al ser humano. Supongo que estos ciervos tendrán menos miedo a los hombres que en otros sitios.
Ciervo en el monte, Doñana
Nikon D300, sigma 150-500 f6,3 iso 100
Ciervo berreando junto a grupo de hembras, marisma de Doñana
Nikon D300, sigma 150-500 f6,3 iso 200
Macho de ciervo junto a un gamo, Doñana
Nikon D300, sigma 150-500 f6,3 iso 100